lunes, 9 de agosto de 2010

The Face (once) (Tercera Inclinación)



Y ahora, ¿qué? Hay cosas que nunca sabré de ti. Me digo a regañadientes, “¡Ni falta que hace!”. Me engaño, todos nos engañamos. Me aparto y os acercáis. Os pegáis, mucho. Huelo hasta el aliento. Sé qué habéis comido hoy, no por el olor sino por los restos de alimento entre los dientes. Bastaba un simple chicle sin azúcar.

Encontrarse significa recibir una transfusión de compañía. 0 negativo, por favor. Nada común pero muy corriente. Percibo sensorialmente los sentidos. Pero recibo engaños a cambio. Tener una opinión convincente no sirve para nada. La expresas, la sostienes, y acabas dando las gracias por los libros malos recibidos. Tengo inclinaciones.

No tiene que ser tan complicado. Todo es más fácil, seguro. No bailes. No cantes. No escribas en las etiquetas de las botellas de ron. Tampoco lo hagas detrás de la guitarra. Podrían romperse las cuerdas, o tal vez afinarse.

No sudes, después hay que lavarse. Primero las manos. Son tantos los versos efímeros que toco para leer su tacto, que acabo con el jabón de manos pronto. El recambio es la absoluta continuidad del propio cambio.

Este levante me mata. Hace que diga impertinencias. Conservo todas las pertenencias y en su defecto justifico las palabras.

Soy rebelde. Algo cursi, poético y bastante anticuado. Mi pasión, las cantantes chinas, las chicas de faldas colegiales y ya no uso aftershave.

Mi tobillo mejora. Aunque sigo cojeando, todo va para delante. Pasa la vida, pasa la gente. La pluralidad existe. Sin dudas.

No hay dolor que me detenga. Sin halagos, sin horrores. Hay que reír. Ser positivo siempre. Y aunque te definen tus acciones, tus actos, sonríe.

Fueron dos a saber y se encontraron con la pluralidad, estaba en persona.