martes, 19 de octubre de 2010

The Face (cuarenta y seis) (Tercera Inclinación)



Entre un principio de ironía y un cúmulo de palabras existe una gran diferencia. Cuantas cosas que sigo sin saber de ti. Y entre un conjunto de manías y un obstáculo del alma tan solo está el cubo de todos los secretos. Nadie ha abierto hoy la puerta. Preparo las maletas para un viaje sin vuelta. Un viaje controlado, sin explosiones. La vida ya está desgastada, y apenas queda esperanza.

Voy guardando, ordenadamente, el pijama, los calcetines, la ropa interior. Doblar las camisas me cuesta tanto como darte la mano mientras cantas. No quiero romper el tono, tu tono. Tampoco quiero que pierdas el ritmo. La agudeza de las vocales en tu garganta suena bien. Tal vez un poco más agudo (¡digo yo!).

Los pantalones se dejan doblar. Tomo los vaqueros. Y has cambiado mi foto. Has tomado aquella mientras limpiaba las gafas. He renunciado a estar contigo para poder estar sin ti. La pereza y la tristeza las incluiré en el equipaje.

No puedo olvidar el cuaderno marrón. He comenzado en él unos versos (mejor un limbo de versos que diría Pilar Pardo). Me gustan, estoy satisfecho. Fruto del amanecer, de los bares cerrados y de tu ausencia.

Pero por favor quítate ese picardía de volantes, que me hace daño y las gafas se siguen limpiando. Debes renunciar a él como yo he renunciado a los consejos para que todo fuera bien. Y otra vez. Otra, otra, otra. Y nada, aquí no para de llover. Nunca encontraremos el camino. No sabré esas cosas de ti. Tengo que despedirme de Jerez. Dentro de unas horas improvisaré ese guión definitivo que permita convencer a los incrédulos. Será en Jerez.

He terminado con la maleta. Tomo el equipaje de mano. En él he metido cien velas. La luz natural molesta a mis ojos, y debo leer con gafas y artificios. Salgo a pasear pero no hay gente. Observo la ciudad. ¿Todos los poetas son tan gilipollas?