viernes, 7 de octubre de 2011

69 (Sesenta y nueve)



La diferencia del norte y del sur es muy grande. Mientras subes respiras libertad, sentimientos y esencia. No hay fronteras, existen intuiciones. Un amigo, poeta de verdad, me pregunta sobre las múltiples opiniones vertidas recientemente sobre R.O. ¿Son todas de verdad? Algunos poemas dignos justifican un libro, pero queda mucho. Se nota su formación, sus lecturas, su oficio, pero falta algo, aquello que no se puede definir y se denomina tiempo. Y en la poesía el tiempo es el espacio existente en lo creíble y lo asumible.

Debemos esperar. No hay que hacer que nadie se crea nada. A más de uno en nuestra historia, joven promesa lírica, se le ha condenado de tantos halagos. Y el autor ha sido incapaz de superarlo. Alabar las virtudes de manera extrema es publicar la esquela por anticipado.

Hace unas semanas, otro poeta de verdad escribía un correo donde afirmaba que la poesía de R.O. no la había escrito R.O. Dudo mucho de esta afirmación pero entendía el contexto utilizado. En una cena reciente, mientras algunos ignorantes –siempre hay ignorantes en el sur- definían la poesía de este autor, otro mucho más inteligente la desmontaba. Y no estaba solo.

Sin tiempo no hay poesía. Decía Platón que la naturaleza es aquello que no puede ser de otra manera. Mientras que la costumbre es diferente en las distintas culturas. Pero tanto en la naturaleza como en la costumbre siempre hay tiempo. Y no lo utilizamos para valorar, vivimos en un presente y todos somos Gorgias.

Lo verdadero y lo falso lo debemos conocer, pero además realizar, hacer, justificar. Los libros no se leen, se desmenuzan. Y eso es cuestión de tiempo.