viernes, 28 de octubre de 2011

92 (Noventa y dos)






En la calle San Francisco he pasado delante de la casa que se está haciendo la muerte. En Moguer aún conservan los nombres las familias de antaño. Aquellas que se rigen por los términos, por las incomunicaciones. Pensamos que los congresos sirven para dormir caliente, comer y llevarse un dinero, hacer más gordo el currículum, salir en la prensa y decir tonterías.

Si te sientas delante de un pobre e ignorante catedrático, dejarás de ser tonto, conseguirás ser un poco más imbécil. He recordado hoy a don Francisco López Estrada. Desde que se marchó no se enseña filología en Sevilla, no hay literatura. Nadie ocupa su lugar. Solo pobres e ignorantes catedráticos.

JRJ decía que había diferencia entre el poeta auténtico y el poeta profesor. La misma que existe entre el catedrático de verdad y los fantasmas que acuden a la Real Academia de Buenas Letras con medalla y mantón de manila.

Con JRJ comienza la poesía moderna. Y su influencia es abismal, todos le copiaron, aunque lo hicieran mal.

Lo órfico y lo telúrico en su obra es más grande que en todo el 27 junto. El voltaje y la tensión que decía Pound. Sin esta emoción no hay poesía y JRJ estaba repleto de emoción.

Los pobres se agrupan, los ignorantes se unen, son incapaces de crear en soledad y silencio. Los incultos se reúnen. Los que tienden a funcionar en grupos nunca verán El padre matinal, la literatura es vida en soledad y silencio.

Fuentes de mi poesía, Fusión y confusión, y Mi mejor eco. La obra grande del autor de Espacio aún por descubrir.

Frente a la casa natal de Juan Ramón Jiménez Mantecón la muerte se construye otra casa, y ha respetado los lindes de la miseria.