martes, 24 de julio de 2012

Carta abierta a Mariano Rajoy


SIEMPRE lo he dicho: no me gusta Rajoy. Parece un bobo con cara de estreñido, aunque sabe más que Briján. Del tal Briján hay varias explicaciones, unos lo sitúan en Jerez, otros en Huelva. Pero debía ser listo para quedar en la expresión.

Un gobernante que tiene más de quinientos asesores y no acierta ni una huele a rescate. Todos chupando y él haciendo el canelo.

Con el dinero que se gasta en asesoramiento podría contratar a un poeta, o a un filósofo. Los consejos serán idénticos: “Salga usted señor Rajoy todos los días en la tele”.

Si Mariano, que no Briján, diariamente desde que la cosa se puso como cosa, diera una rueda de prensa pública otro gallo cantaría. Veamos. Aunque la cara no se la pueda quitar nadie, explicaba a los españoles la situación, y nos pediría favores que gustosamente aceptaríamos.

Pero si no da la cara y se le ve saltar en los goles de la Eurocopa ha perdido la credibilidad y el consenso.

España está falta de comunicación, deseamos saber la verdad, necesitamos cariño. ¿Por qué no elimina usted las Diputaciones y, en cambio, les da más poder? ¿Por qué no elimina usted el Senado, que no vale para nada? ¿Por qué tenemos más coches oficiales que USA? ¿Por qué no elimina, de un plumazo, todas las agencias públicas de enchufados a dedo? ¿Por qué no elimina las subvenciones a Fundaciones del PSOE y del PP? ¿Por qué no suprime los millones que van a parar a sindicatos y partidos políticos? ¿Por qué hay en España medio millón de políticos que nos cuestan dinero?

En España faltan funcionarios de carrera, sobran enchufados que acaparan las plazas como favor político.

Tantas consultas sin respuestas. Y eso, señor Rajoy, es lo que España necesita oír. Y desea hacerlo de su boca. Acabará acostumbrándose a su mal hablar y peor talante, pero le acabarán queriendo.

Salga todos los días en rueda de prensa. Pero no en el Congreso, en la tele, a los españoles, en todas las cadenas. Y explíquenos la verdad de una vez por todas.

Y, de mi parte, despida urgentemente a los más de quinientos asesores y contrate a un poeta, o a un filósofo, que es lo mismo.