He dejado la piedra
sobre el aparador. De ella solo queda un pequeño fragmento de forma circular,
aristas cortantes y un brillo especial que resplandece con la luz. Muchos días
la olvido. Cuando salgo a la calle y descubro la ausencia regreso a casa. Ahora
es imprescindible, la mejor compañía, el único alimento.
Ayer un indolente
me ofreció unos billetes de metro. Mientras introducía las monedas en la
máquina expendedora sus palabras alargaban la mano hacia mi rostro. Agradecí el
detalle pero no pude conversar nada más, había desaparecido.
He tocado el
bolsillo izquierdo del pantalón, donde guardo la piedra. Hay un hueco terrible,
sin historia el vacío se convierte en depresión, en falso halago, en vano
desperdicio.
España va perdiendo
su historia. El gusto por la literatura es subjetivo. A pesar de ello hay
ciegos que descubren lo auténtico mejor que los ignorantes.
Corro hacia la
piedra. Con ella determino, con ella puedo definir aquello que nunca será
literatura.