sábado, 6 de noviembre de 2010

The Face (sesenta y dos) (Tercera Inclinación)



Cuando te pones la máscara estás guapísima. Ahora, mil campanas suenan en tu corazón. El bajo de fondo determina un tono exquisito. No sé si casarme con el bajista o con la máscara. ¡Lo que hace la ocultación de la realidad! Intentas dar la cara, y te encuentras con un frontal manido y viejo por el agua.

Vuelvo a Londres. Te hablo de Sharleen y de Gwen, para quedar, y te enfadas. Gerry me guiña un ojo. ¡Qué maravilla! A veces entran ganas de tirar por la calle de en medio, pero no es plan. Y menos ahora que vamos forjando alfajores rellenos de almendras.

En King's Road me presentan a Robbie. ¡Qué gordo! Es bueno pero un poco prepotente. Si escribiera poesía le faltaría el tono. Estoy más que seguro. Lo dejo rodeado de mentiras y falsedades. Tiene máscara.

Llevo unos días pensando en Claudio Rodríguez. En su vida y su poesía. En los escasos pero intensos encuentros mantenidos al borde de un ataque de precisión. Sus versos eran justos, y a veces, cuando sobran palabras le recuerdas. Aprendí mucho de sus consejos, en sus mejores momentos. Las lecturas deben ser islas. Islas aisladas y concéntricas. Escuchas al poeta pero cierras los ojos. Tu mundo es el sentido. Debes buscar la esencia.

Algo más que recuerdo era la exactitud rigurosa del lenguaje. ¡Casi nada! Y no te conformes simplemente con oírlo, debe ser aplicado.

Tono y máscara. Un encuentro formal. Hace frío en Londres. Mucho frío. Y aquí no para de llover. Este mes de febrero es muy extraño.

Pero no olvides nunca, amar se escribe siempre con hache intercalada.