jueves, 25 de noviembre de 2010

The Face (setenta y seis) (Tercera Inclinación)



Ya he encontrado, y queriendo, los poemas que me diste antes de ayer. ¡Menos mal! Hoy ha sido un día grande. De esos que recordarás siempre. Más de un centenar de libros por todas partes. Gracias José María, Diego, Javier, Antonio, Luis Alberto, Luis Carlos. Gracias a todos, e incluso dejo nombres en la cacharrería. Seguro. Sin querer olvido a personas que enviaron los libros. Un sms del apartado anunciaba que el día de hoy sería eterno. Eterno mientras dura. Y resultó que la eternidad eran libros y más libros. La mesa de cristal ha estado repleta por un momento. ¡Qué maravilla!

En un instante he querido ser invisible, como todos. Cuando descubres la esencia deseas la invisibilidad aunque no ocurre nunca. Le he dicho al ángel, al exterminador, que venga por favor. Le necesito. Requiero un diálogo de sombras. La luz natural me molesta. Por eso llevo siempre gafas de sol (que conste que Jorge se ha copiado) y otras simplezas (pañuelo por ejemplo).

La diferencia entre visible e inmutable radica en la propia eternidad. Y por eso deseo no estar. Han salido corriendo. Como en una carrera de relevos. Pero no existo. Hoy he querido despedirme con palabras y actos. He sido visible. He tocado, he sentido, he olido. He sido. En definitiva he estado.

Y me marcho. La maleta está lista desde entonces. Desde siempre. La maleta invisible. No puedo llevar tantos libros. Dejaré los recuerdos para luego. Para otra ocasión. Recuento las cosas del viaje y me encuentro con varias repetidas. Me estoy desgastando por momentos. La pereza y la tristeza dejan de existir. No volveré al suelo.

Hoy estoy cabreado. Muy caliente. La calentura y el cabreo son una misma causa. He pedido un favor y me han dado calabazas. ¡Estos poetas de siempre! Son los mismos, los de siempre. Los que pensaron que un renacimiento era trieste, aunque no se mueva la veleta, y todo es un pretexto. ¡Qué barbaridad! La historia de nuestra poesía en dos líneas marcadas y redundantes.

Estoy cabreado. Tengo un año más y me lo han jodido las sombras. Los mismos encuentros que determinan la melancolía. ¡Y una mierda! La esperanza la tengo cuando quiero, simplemente cuando deseo que me acompañe, pero ahora, al viaje voy solo. Sin nadie. Quiero sofocarme.

La esperanza la guiso con patatas. La amistad es un engaño. Me lo como todo, y no quiero saber nada más de ti. He descubierto todo. Echo a volar.