martes, 16 de noviembre de 2010

The Face (sesenta y ocho) (Tercera Inclinación)



He terminado de hacer lo que no había empezado. Tantas interrupciones eran un mal presagio. Y el final desconcierta, realmente impone. Las manías me tienen frito. Que si no puedo matar pájaros, no pises los gusanos, abróchate el botón de la camisa, las gafas de sol las dejas en la mesa.

Puedo escribir el poema más largo de la historia y lo dejaría inconcluso. Y la verdad acumulada nunca será la misma por tu parte. La mía finalizó hace ya tiempo.

Debo buscar a Pepe Cala. Me avisan de sus lugares de esparcimiento y acudiré, a vueltas del viaje, a buscarlo. No sabe o no contesta. Parece que vivo de nuevo con dios, aunque se marchó hace tiempo.

Piso bellotas. Muchas bellotas. El suelo está lleno de bellotas. El crujir de su desesperación es una aproximación al desencanto.

Tomás me avisa. Diego me regala presentes. Juan se comunica. No sé finalizar lo que nunca he comenzado. Ese poema inconcluso se guarda en el cajón, por los siglos de los siglos. ¡Venga ya! La impaciencia se come, al igual que las prisas. ¡Qué malo es vivir!

Ese hacedor de versos se molesta. Hacedor de versos. Con hache intercalada. Y la esperanza nos defrauda, como lo hacen las bellotas al caer. “¡Blofs!”.

Pueden venir los cerdos hoy a casa. He abierto las puertas. ¡Poetas, la casa está encendida para vos!