La pequeña bombilla de la lámpara de mesa
acompaña en silencio a la llama de la vela. Se crea un equilibrio que solo
rompe el humo del tabaco cuando golpea las hojas del cuaderno marrón. Limpio las
gafas. Bostezo de vez en cuando. En las últimas semanas he dormido poco: la
Zambrano, Perdona la franqueza, la
conferencia sobre Platón y lecturas. Me apasiona preparar en el caos las
lecturas. Acudir siempre al centro desde el borde del eje.
La jaula blanca con un gorrión sobre el tomo
sexto de las Obras Completas de
María. Nada se mancha, ni siquiera la tapa brillante con ojos de alimento.
Muevo los anillos. El 13 era inicio, ahora
acudo al 55. Levanto la cabeza y compruebo que Pérez Galdós sigue a la altura
de la vista. Tomo la jaula blanca por el aro superior y traslado al pájaro de
un lugar a otro.
Abro la puerta y el pájaro no sale, se acurruca
en la base para seguir creyendo. Para seguir siendo pájaro.
Hoy el movimiento de sus alas ha apagado la
llama de la vela. La pequeña bombilla sigue encendida. La virtud de la armonía
radica en poder vislumbrarla, nunca en la obsesión por su grandeza.