Son las diez y seis minutos. El
reloj no avanza. Nosotros tampoco. Hemos llenado la mesa de odios irracionales,
de inmovilismo, de falsa vida pública.
Nuestra inteligencia se vuelve especulativa
mientras desaparece la excelencia. Somos miopes. Ser sumisos es la nueva
obligación, aquello que nutre nuestro saber. El pueblo ha perdido su espíritu.
Hay que leer a los clásicos, hay
que seguir leyendo a los clásicos, ello es utilidad, beneficio y hasta una
proeza en tiempos de dificultades.
El silencio debe ser el
compromiso de la utilidad. Hay que insistir. Hay que seguir insistiendo.