El hombre posee el arte de vivir,
pero no lo aprovecha. Ha hecho desaparecer de su vida la dulzura y la cortesía.
Y con ello la transparencia se difumina, como también lo hace la autenticidad.
Esta época de producción
improductiva es un mal, y nos hace incapaces de distinguir los bello y lo bueno.
El hombre pierde su propia historia, naufraga en el arte de vivir.
El silencio debe ser nuestro
guerrero. El soldado que nos aleja y nos acerca hacia la muerte.