El reloj sigue marcando las diez
y veintiuno. Da igual la hora en que lo observes, siempre señala el mismo tiempo.
Pero eso no significa que no esté en lo cierto. Si acudes a otro reloj ocurre
lo mismo. La misma posición, idéntico espacio entre sus manecillas. El tiempo
no puede medirse, ni contabilizar su resultado como si fuera una obra de arte
repleta de seguidores. El tiempo no precisa de ilusión, ni de entretenimiento,
tampoco de seguidores. Las personas no siguen al tiempo, es el tiempo quien nos
otorga vida, mito y consolidación.
Concebir el tiempo es una
celebración, es detener el reposo y suspender su comportamiento. Combatir en un
duelo sin sensaciones, sin experiencias personales, sin duelo y sin sensación.
El suelo está repleto de naranjas
pequeñas y verdes. La fuerza del viento, la libertad de los pájaros, la
ausencia de agua. El principio es un devenir. Las naranjas en el suelo son una
provocación. Ese comportamiento da paso a las formas.
El silencio sobreviene con
carácter, es su forma eminente.