La diferencia que existe entre un poema y una aproximación es
comparable al blanco de los ojos de la mujer que amas. Hoy llueve en Londres.
Esa lluvia de mierda que dice Nacho y cala hasta los tuétanos. Aquí las
noticias que llegan de España son devastadoras, miserables, canallas.
La primera vez que visité México conocí a un canalla infeliz. Se
llamaba Gael. El joven se empeñó en acompañarme al mercado de Sonora.
Recriminaba sus actos pero siempre asentía, como el blanco de sus ojos. Si
mirabas su rostro se sentía molesto, en cambio, si no le echabas cuenta iba
creciendo en pesadez.
De Gael aprendí el falso respeto a los seres humanos. Le gustaba mirar
mis anillos y la barba incipiente que cubría buenaparte del rostro. Me acompañó por las
librerías de viejo de la ciudad, observó las fotos que me entregó Víctor
Gabriel y se asustó, desapareció un par de días, mis jornadas más felices.
Esta tarde en Hyde Park la humedad era la aproximación y el
desconcierto su verde.
La próxima vez que hable con Antonio Hernández no sé si llamarlo
cabrón, no le digo hijo de puta porque aún no somos hermanos (Luis Rosales me
entiende, y Antonio también).