Oigo el silencio universal del miedo. Recibo las disculpas de los pájaros que advierten de la ignorancia
de las nubes. Las excusas suelen acabar como las bellotas, en el suelo. Odio la
filología, la universidad contemporánea y los falsos eruditos que ni enseñan ni
leen. Bellotas al fin y al cabo, y con bichos.
Solo acudo a los blog para reírme de aquello que escriben los no sensibles.
Si mi madre viviera esta tarde nos hubiéramos descojonado de los nombres y
apellidos, de los sabios por decir algo. De los eruditos y de los siniestros.
Pero como ella dejó de ser me entretengo.
¿Hay mejor forma de divertimento que leer aquello que no se desea
leer? Oigo el silencio universal del
miedo.