Todos los días comienzo el ritual encendiendo las velas. Una, dos, tres, cuatro,…, en el día de hoy hasta siete. Ya están sobre la mesa, junto a los libros y el cuaderno. El calor que desprenden las llamas es similar al alcohol de quemar en verano.
Con la linterna busco setas en la noche. Aguardo que llegue Francisco
para que me indique aquellas que son comestibles. Todas huelen a humedad
relativa. El pilón golpea, con agua, la paciencia. Los gatos corren si
comprueban que he salido.
Esta mañana un pequeño zorro me observaba. Tardó en desaparecer, lo
hizo parsimoniosamente, como la razón verdadera.
Nadie cree en la esencia mientras vive de ella, las baterías duran
menos, las botellas se acaban antes y los días corren en el calendario.
¿Cantidad? Repito la pregunta a los insectos que se acercan al calor de la
chimenea. ¿Cantidad? La razón es en sí la esencia, la razón de la palabra, la
razón de la palabra auténtica.
Pero cuando una vela se apaga consulto a los pájaros si la razón es
sinrazón. Con un sonido peculiar responden. Dejo los zapatos en la entrada, vacío
los bolsillos y enciendo la linterna. Busco setas en el campo. La vecina se ha
llevado todos los espárragos.