lunes, 6 de septiembre de 2010

The Face (treinta) (Tercera Inclinación)



Estoy con una aproximación al desconcierto. Como un niño al que le cambian los pañales. Pero en mi caso, los vuelvo a mojar prematuramente. Son los obstáculos del alma. Lo de siempre. Todo es igual y nada es diferente.

Espero, realmente, conseguir los objetivos propuestos. Tarden más o menos, pero disponer de ellos a ciencia cierta. No a tumba abierta. Y en esta vida. Nada de otra. Tengo derecho a manifestar la ira. Relaja.

Ya preparo los billetes para un largo viaje. Un viaje sin retorno. He de visitar a dios para despedirme de él y decirle cuatro cosas. ¡Nos tiene engañados! Acudiré al árbol donde habitan las cenizas y enterraré los pañales. ¡Es tan infantil!

Me aburre leer lo último que llega. La narrativa infumable. El ensayo desconcertante, y la poesía, ¡ah la poesía!, dejemos la opinión para mañana. Sabiendo que mañana será nunca y ese nunca es eterno.

Mi madre estaba triste y mi padre enfadado. Con ese planteamiento y el MM, mi estómago dejó de ejercitarse en la flora, y se hizo bacteriano. Completamente afín a unos recuerdos dejo la nostaljia para JRJ. Leo Mapa de Grecia de Badosa. Siempre me ha gustado. Jesús Lizano aporta. Mucha extensión pero lo poquito que asimilas llena, llena mucho.

Soy incapaz de leer más. Ahora llega el tiempo bueno. Y también vienen las moscas. Mientras las moscas se dejan ver encima de la mesa del porche, el libro las destruye. Un papel húmedo para limpiar los libros y señales de vida incierta en el cristal.

Esto es una aproximación al desatino. ¡Qué trabajo cuesta! Lo justo y necesario para seguir viviendo.