sábado, 2 de julio de 2011

Noventa y seis



Una nube me ha parecido esta tarde una palmera. Era una nube blanca. Ocultó el sol un instante mientras la contemplaba. He sentido el sueño.

Al cerrar los ojos solo veía la nube. Su esbelta forma y sus ramas caídas. Era una nube blanca, no era una palmera.

Los poetas que se esconden en un universo personal e incierto, aquellos que inventan un mundo propio ajeno a sus versos, esos vivirán de limosnas. Los complejos de versos denotan inseguridad. Los complejos de hombres viajan a la impureza. Todos los complejos se consumen como el cigarro en el cenicero.

Personalidades múltiples con un único fin: la maldad. El poeta cierto, en vez de pensar en el daño, contempla las nubes. En vez de decir sí siempre, no responde. En vez de manipular, eyacula. En vez de ir rodeado de gatos, mata hormigas y arañas.

La mezquindad es una forma de dar la enhorabuena fingiendo. A boca llena con los ojos en el suelo. Nunca mira la verdad. Un verso es una vida moviéndose por la marea.

Una ola muy grande ha llegado hasta casa. Tenía la puerta abierta y ha traído pescado para la cena. Con algo de verduras a la plancha y un poco de fruta. Pero no tengo hambre. Salgo a buscar la nube y todo está oscuro como tu conciencia. Miro hacia el oeste y veo una gran luz. Un inmenso reflejo. Es un verso que viene encima de una nube.