viernes, 15 de julio de 2011

Setenta y ocho



Cuando el cincuenta descansó, la poesía española entró en el más absoluto barbecho. Lleva en barbecho muchos años. Ha tenido tiempo para mojarse, soportar experimentos, a valientes de espíritu pero pobres en forma y en fondo, a suicidas del verso.

Las agrupaciones posteriores al cincuenta (salvo casos aislados todos los poetas se han agrupado) han resultado lamentables. Los grupos condicionan, no favorecen.

Un poco de soledad, silencio y trabajo, gran cuerpo de lecturas y evitar lo contemporáneo. Esa dosis ordenada y asumida dará resultados.