martes, 10 de enero de 2012



ES el acompañamiento. El anillo, la boda, la azotea y mi madre. Cuando viene la muerte todo lo inunda. El rostro parece una procesión de motivos errantes. El tiempo no existe y nunca se hace tarde.

Fíjate en la expresión. Los ojos marchitados, la boca desfigurada y una piel de penumbra que se siente la mitad de algo nuestro.

Llega el frío. Hablas con las presencias y responden las ausencias. Me he rendido a las puertas de la cuna para abrir camino a la sepultura. La poesía es lo que tiene, nada de maestría y mucho de misericordia. Es el acompañamiento. La rendición del cuerpo sobre el verso.