jueves, 14 de junio de 2012

Las horas muertas


INTENTO reconstruir el cenicero amarillo. Tomo los trozos de su ruptura y los uno. No consigo unificarlos, permanecen los fragmentos. Aislados vivimos, en la sociedad permanecemos.

Sobre la A-477 amanecen las amapolas. Las manchas rojas junto al asfalto se divisan desde la incertidumbre. Si he de morir muy pronto que sea en la temporada de las amapolas. Los girasoles crecen a ambos lados de la vía.

Platón se pone celoso del color amarillo. Claudio permanece sentado junto a la botella. Hay pétalos sobre la mesa de cristal. Has llegado. Lo has hecho en silencio, durante las horas muertas.

Llama don Nicanor. Ha terminado el Nicanorias para enseñar a los poetas, a los inconsecuentes. Para agotar la luz y todos sus principios.

Resultará más fácil tirar la loza rota y adquirir un nuevo cenicero. Los poemas se destruyen, los intentos se reducen a cenizas, las limitaciones se deshacen.

Noto que no has llegado. A las puertas del centro permanezco inmutable. He tirado la escalera que alcanzaba la nube, he tapado todos los huecos de la tierra. Se han marchado los pájaros.

¿Estás? ¿Eres la poesía o la adivinación? Voy despacio hacia tu encuentro con las manos manchadas de angustia. Si te sirve de algo prepararé dos MM frescos y tomaré la Custom de nuevo.

Me han llamado de México. Los cabrones reclaman la reconstrucción, pero la razón de la palabra solo habita en la esencia, sin recuerdos ni prisas. Cuelgo el teléfono. Tengo roja la oreja, caliente. La toco y arde. Es el amor que nota que has llegado.