martes, 19 de junio de 2012

Remedio y suerte


EN la administración de la justicia radica la esencia de Fábula. En la consagración de la razón de la palabra, la extrañeza, el misterio. No saber de la vida más que el pulso fatal de su existencia. Imaginar y recordar se superponen y confunden.

Una tribu de insectos se dirige a la silla donde estoy sentado. Lleva bandera blanca. Corro por un paraguas y pongo un disco de Camarón. Saco el altavoz por la ventana y lo apoyo en la reja. Vuelvo al asiento. Todos me miran. Están quietos. Un saltamontes muy oscuro y grande da un paso al frente. Comienza a hablar.

La voz viene de lejos. Será por su pequeño tamaño pero sus palabras suenan a hueco. Habla como Leibniz. Todo es cálculo. Menciona a la justicia sin mover los labios. Como un espectro me río de todo. Me quedo con el sentido. La verdad debe ser dicha. Desean la paz. Los insecticidas acaban con sus vidas como el falso amor lo hace con la mía.

Quiero llegar a mi tumba por mis propios pies. Como don Nicanor. Siguen faltando palabras en el diccionario. Considero exagerado cuanto sé de mí. Aquello que desconoces posee límites, argumentos, basura. Intento levantarme pero me quedo dormido. Cuando abro los ojos los insectos siguen delante.

La verdad no puede dejarse sin ser dicha. Es la administración de la soberbia. Dedico unos versos a la reserva. Hay que escribir lo menos posible.

Suerte y remedio. Las claves de la creación son dos. Remedio y suerte. El capitalismo es socialismo y la razón de la palabra se encuentra en Fábula.

Me temía lo peor. Una bandada de rabilargos ha visto a los insectos y se alimentan. No se inmutan. Prefieren la muerte a la Familia Real.