Mediodía en Kensington Park comienza con el último verso de Libre
de la tormenta: “En el aire de la espontaneidad”.
He modificado una definición por una ubicación. Se acerca uno un poco más a la
inmortalidad (athanasía).
En el fondo sigo dando vueltas. Lo falso sería no reconocerlo. Últimamente
ando extraviado, errante, como Sócrates en el Hipias Menor. El único consuelo es que sigo la misma ruta, la única
visible.
Cuando llego al desconcierto me aparto pero cierro el círculo. Todos
los seres se mueven, y aquellos de los que pensabas que caminaban con holgura,
se desorientan. Es la falsa apariencia que busca la conveniencia.