Sobre la caja de madera que robé a un bocazas en Londres he colocado
los restos de la llama, las velas, el hilo que nunca se derrite, la verdad y la
mentira.
Viene la muerte y lo arrastra todo. Los ojos del maestro, la mirada de
amor de la mujer del poeta, el interés y la vida forzada.
Es domingo. Llueve en la tierra y existe la tristeza. El deseo de
morir no es coincidente con las ganas de vivir. Si al poeta le roban la esencia
desaparece. Si a la vida le quitan su paciencia, extravío.
También vivir precisa de cabrones.