ODIO la compañía. Maldigo
los teléfonos. Presumo de soledad y siempre estoy rodeado de animales y de
naturaleza. Cerca de los cincuenta mi país me aburre, la ciudad donde vivo me
reprueba, el acercamiento es falso y está condicionado por la premeditación.
Dice el ángel negro que en
otra vida se suicidó, de ahí que su existencia está condicionada en la
premeditación.
Si doy un paso al frente te
marchas. Si escribo una carta destruyes el franqueo. ¿Agradecer la vida? ¿Qué
vida? ¿Pero hay vida? Sé de cosas que se cuentan…
La razón de la palabra es la frecuencia, la potencialidad, el reflejo
en el espejo. ¿No has descubierto que la presencia en el espejo nunca es igual
y siempre es semejante? Pero lo idéntico es pasado y el pasado no existe.
La templanza, cordura y sensatez,
aquello que perdí en la otra vida y en esta busco y anhelo, con premeditación. La
templanza es la armonía, la identidad del acto. La templanza es la razón de la
palabra, de la palabra poética, que es la palabra auténtica e indudable,
aquella que proviene del centro y se refleja en el espejo de marco marrón. La razón
de la palabra es la fusión de la ética y la estética. El canto del gorrión en
la rama de encina.
La razón de la palabra es la
claridad mayor que decía Cicerón, y
además su discurso en las noches de Marco Aurelio. La batuta de Toscanini, las
tres cruces de Parra, el sanatorio primero de Juan Ramón.
El marco verde ya es marrón
como la tierra que escarbo.