NUNCA debes bajar de la rama de encina. Allí habita la
pureza, la esencia. La recompensa de la satisfacción, el amor verdadero. Pero
no el amor divino, ese que no existe ni encuentras pero que algunos creen.
Silencio. Respirar el verde, la humedad, la tierra. En
el amor. Con ética y estética. No puedes olvidar que es el amor lo que
destruye al hombre.
El aire más puro habita sobre la rama de la encina. En
ese centro indudable que se anhela y se persigue. Sin olvidar la destrucción,
el amor, el caos y la certeza. Al fin y al cabo certeza es la fuente de la
primera educación, aquella que cambia el color en las esencias, es verde,
marrón o azul.
No te manches de falsedad, de mentiras, de silencios
siniestros. Escarba, revuelve la tierra con las manos y siente su dolor
auténtico.
Es el amor aquello que destruye al hombre. ¿Lo
entiendes? En el amor habita la vida y la muerte. La poesía verdadera.