miércoles, 1 de mayo de 2013

La recompensa de la satisfacción




NUNCA debes bajar de la rama de encina. Allí habita la pureza, la esencia. La recompensa de la satisfacción, el amor verdadero. Pero no el amor divino, ese que no existe ni encuentras pero que algunos creen.

Silencio. Respirar el verde, la humedad, la tierra. En el amor. Con ética y estética. No puedes olvidar que es el amor lo que destruye al hombre.

El aire más puro habita sobre la rama de la encina. En ese centro indudable que se anhela y se persigue. Sin olvidar la destrucción, el amor, el caos y la certeza. Al fin y al cabo certeza es la fuente de la primera educación, aquella que cambia el color en las esencias, es verde, marrón o azul.

No te manches de falsedad, de mentiras, de silencios siniestros. Escarba, revuelve la tierra con las manos y siente su dolor auténtico.

Es el amor aquello que destruye al hombre. ¿Lo entiendes? En el amor habita la vida y la muerte. La poesía verdadera.