miércoles, 16 de mayo de 2012

La perplejidad


HAY una luz que alumbra por encima de todas las insignias. Es un reflejo mágico. Es la luz suspendida. No recuerdo muy bien si fue en confuso laberinto o en de cuna y sepultura cuando se detuvo el mundo.

La razón de la palabra siempre está levantada, suspendida, esperando que algún día, inoportuno claro está, se abra el sol, la luz o tu cuerpo. Y así pasan los días, despacio, muy lentamente, con esa simpleza que los dioses envidian.

Si te sirve de algo, esta mañana me levanté temprano y con ganas de marcha. Pero no acontecía. Sobre la piel del mundo voy a tu encuentro a mediodía, en el instante en el que viajo a tu mundo. Solo en ese momento.

La parálisis es vida, es justificación. Toco tus libros, las canciones la dejo para más adelante. En suspenso. Levitación, mandato, gloria. En la verdad.

Hay un perro que ladra por encima de todos los perros. Incluso más allá de los pájaros. Es la verosimilitud.

Me hablan de A. Dicen que ha llamado a Juan. ¿Para qué? ¿Por qué? La ignorancia deprime al ser humano. Es el humo lo que destruye al hombre, la vanagloria. Las cosas si se hacen bien advienen, si se hacen mal, provocan.

Si algún día me encuentro a A. le daré un abrazo. La pureza es sinónimo de raíces. Lo impresentable de creerse editor en un país de necios. Las cabras se comen los papeles, los libros, los poemas. Quiero morir pero no me dejan. ¡Qué falsos son los poetas! Todos. Calientan al sol que enfría. Ignacio sonríe, Rafa describe.

Tengo que justificar y os dignifico a todos. Pero me importáis un pimiento. A. me importa dos pepinos, tú catorce berenjenas, él quince tomates. Y así pasan los días, Que sí, que las cabras se mojan con agua y vosotros con menta.

Se ha detenido el mundo. Hace frío. Llueve. Es invierno. Quiero morir y me castigas con la perplejidad. ¿Mientes? Siempre. ¿Vives? Jódete.