viernes, 18 de mayo de 2012

Una pizca de Pound


HA nacido E. La verdad y la ciencia han repicado las campanas bajo la música de Mozart. Ha cambiado el tiempo. El frescor rondaba el rostro mientras un joven muy cortés pedía un autógrafo en la Feria del Libro. Venía de Cádiz. El maestro Aragón hizo de anfitrión. Debe llover. Se ha roto la depuradora. Un fino hilo de agua se escapa por una picadura del depósito de acero inoxidable. Las arañas habitan en la monotonía.

Me falta el aire. No quiero a nadie. Comienza a llover y el editor no llama. No tiene los derechos. No tiene nada, ni siquiera vergüenza.

Esta mañana adquirí en la droguería de Aznalcóllar un veneno para hormigas muy eficaz. Tanto como tus muslos tersos. Me siento y se suspende la condición. Acaricio la foto del marco roto. Quito el polvo con los dedos.

Desde muy joven amaba la república, odiaba la impuesta monarquía española. Busco los argumentos que otorga la naturaleza. Pero hacen falta honores, pensamientos, ideólogos. Una mezcla de Platón y de Dante, con un poco de Leopardi y una pizca de Pound.

He esparcido el veneno de las hormigas a las puertas de todos los editores de este país. Es un veneno mágico. Si se pega a tu cuerpo o tomas algún libro, has muerto. Definitivamente. De nada servirá Kindle.

Voy al encuentro de la melancolía. Sueño con el día perfecto, con el árbol que crece despacio, las hojas que no amarillean, las nubes que se mueven sin cambiar de forma. Sueño con la república. No quiero a nadie.

Si aparento estar tranquilo tiemblas. Te acercas a mi pecho con tu barbilla para calmar la sensación de estar presente. Huello tu cabello, tu perfume, el carmín de tus labios y las manos limpias con toallitas infantiles. Nunca estoy tranquilo.

Ha nacido E. Lloran los arrayanes con las ramas flexibles. El mirto es una flor blanca, solitaria y pequeña. Huele a gloria. Fumo sus hojas puntiagudas repletas de arañas.