Los sueños del joven poeta se reflejaban con las ramas en el agua.
Pronto la expectación dio paso a la realidad, y en ella los sueños prevalecen.
Hay un punto, que llamamos de no
retorno, al que viajan muchos, la mayoría. Aquellos que no aceptan que la
línea es transparente, que existe, que hay realidad en la virtud. Aquellos que
no aman el silencio y la soledad.
Antes de alcanzar el punto de no
retorno el aprendiz se ejercita en la ironía, la alimenta. Pero muere en su
propia conciencia, ausente de armonía.