Apenas escribo. En 2014 un poema y me sobra. Lo he llamado “Balance” y
mañana leeré sus versos por primera vez. Reconozco que es crudo, aunque también
desata una pasión de cierta complicidad entre el lector y el autor, de eso se
trataba en el Medioevo.
Anochece antes. El sol se esconde cuando le busco y la luz desaparece.
Hoy han vuelto las sombras. Ordenaba los libros en las nuevas estanterías y
pasaban de largo. Intentaba retenerlas con fragmentos de Juan Ramón Jiménez
pero les aburren, admiran más a Parra.
La diferencia entre un buen poeta y una pésima persona nunca se
encuentra en los versos. Aparece en los actos, en las manifestaciones. Y un día
de estos anotaré en papel higiénico los argumentos y las desidias.
He comenzado a arrojar los cuadernos marrones a la chimenea. Aún no
arden, hay humedad y calor. Un mirlo y un rabilargo cayeron por el tiro.
Insectos de la muerte rodean la chimenea.
También comienzo a romper los pocos ejemplares que quedan de Introducción y detalles, de La muerte oculta (1996). Comienzo a
odiar lo propio, aquello que rodea la insignificancia. Comienzo a reprimirme
cuando aparece un verso en la cabeza.
Hago balance. Limito las expresiones
de la inseguridad en la lectura de la filosofía. Soy un gilipollas, Menéndez no
te salvará ni la copa de wisky ni el Camel corto y sin boquilla.