martes, 27 de diciembre de 2011



EN invierno renacen los desvíos. Hay que tener cuidado. Crees que la libertad es el verso y que la luz de las velas ilumina el mediodía. Es un error. No puedes tener hambre, ni frío, ni miedo, ni sueño. Atacan en cualquier momento, aunque duermas viendo la nieve.

Un desvío es una botella vacía, un vaso que se rompe al caer, una servilleta mojada, un pájaro sin alas.

Busco el río. El nacimiento de la mansedumbre. Releo Mediodía en Kensington Park. Suprimo los desvíos. No hay mapa del tesoro que lleve a los matices, es por eso que acudo a Platón. Si te pido que me cantes al oído no te conformes con tararear. Estoy contigo para que me cantes. Vale la de las minas, la de que en el salón había velas para ver, la de pasión.

No me gusta la poesía que se escribe ahora en Andalucía. Solo viven del cuento, de la historia, del pasado. Imitadores de lo absurdo, la mente se llena de desvíos.

He tenido un sueño. Todos los políticos se han suicidado. El marco de fotos sobre la chimenea se ha movido con la noticia. En el cristal un pájaro golpea. La encina o el olivo. ¿La encina o el olivo? La esencia y la verdad.

El naranjo de Sevilla es la apariencia. Las palmeras de Cádiz la vergüenza. El madroño la rabia.

Tengo cinco acebuches. Un raro ejemplo del confuso laberinto. Ocurre que en su tronco no existen los desvíos pero tampoco habitan los matices. Un perro, ladrador y distante, arroja la tierra y se hace un hueco. La abertura del alma.

Nunca escribo en invierno. Corrijo y leo. El cuadro de Neville es testigo de cargo. El conde de Berlanga del Duero amaba los colores. He admirado, sufrido, creado y ahora, precisamente ahora, fijo la vista en las luces de las velas, los oficios de la libertad. Nunca hablo conmigo mismo. Es cursi.