martes, 20 de diciembre de 2011



HE añadido un nuevo capítulo al Nicanorias. Se trata de la oportunidad. Cuando viene Platón siempre es de noche. Las luces se agradecen, el pan está frío y el pollo de la nevera sabe a dinamita.

Todos los versos que un poeta escribe en su vida se limitan a dos. Uno de agradecimiento, otro de cortesía. Ocurre lo mismo si estudias Filosofía. Después de los años de carrera, preguntan por tus reencarnaciones y dices “El ser es, el no ser no es”. Y es lo que tienes claro. Transparente.

De los dos versos que escribes mana toda tu producción. Fluida, generosa, escasa o tal vez incompleta. Pero en ellos se establece la esencia, la disconformidad con el mundo y su entorno.

Se lee para disfrutar, nunca para aprender. Tus años de colegio pasaron tan deprisa que la nostalgia azul siempre será morada. Como la correa de este reloj que ha perdido la trabilla y te enseña la lengua cuando miras la hora.

No me gustaría haber escrito los poemas de nadie. Es un error. Lo tuyo es tuyo, lo mío de todos. Y si preguntas si Novalis es una marca de velas, le recitas un himno a la noche o un fragmento o un germen.

He leído muchos poemas de otros, y acaso un par de ellos me gustan, los mismos que he escrito. El resto, como la oportunidad, pasan a ser capítulo, filosofía.

Lo que no me parece bueno no lo puedo aceptar. Eso es agradecimiento. También es cortesía. Sinceridad, vergüenza. Descubrir el chispazo es una reencarnación, como el sabor del pollo frío. Uno tiene sus vicios, sus quejas y virtudes. El compromiso suele dejarse al margen, en el término medio que separa la proporción del acto.

Hoy, sin ir más lejos, mientras redactaba el último capítulo del Nicanorias, he recibido tres libros, uno malo, otro malísimo, y el último peor. Platón, ¡visítame de día! La noche es de Novalis, de Colinas, de la filosofía.