sábado, 3 de diciembre de 2011



OTORGAR oportunidades como quien fuma un cigarrillo es de imbéciles. Cada cual tiene lo que se merece, o mejor, lo que la oportunidad le ha otorgado. Todos tenemos delante el mismo camino pero algunos no observan, miran.

¿Sigues pensando que te olvido? Por más que desees satisfacer el instinto no conseguirás el propósito. El cuaderno se ha manchado de carmín, de carmín del bueno. Te he visto pálida, aburrida, artificial, diferente. Y eras un hombre.

Hoy he matado a Gamoneda, a Pérez Reverte lo he dejado agonizando. Eran dos bichos en el porche. El primero quedó profundamente aplastado, el segundo movía sus patitas boca arriba.

Me abrigo con la manta, cierro los ojos y tengo un idilio. Las capacidades nunca fueron triangulares, en su caso el rectángulo dispone de cuatro ángulos iguales. El arco de la vida es el símbolo del ángulo. El arco de la simetría.

Vuelve Colinas de México con la satisfacción de lo bien hecho. Un salón abarrotado, José Emilio Pacheco de anfitrión, y una montaña de seres que han visto el camino. El horizonte de la poesía, de la autenticidad.

A veces, dentro del laberint, se han otorgado oportunidades a escritores que no se lo merecen. Y aún así insisten. No es que no hayan vendido, la venta al fin al cabo es comercio, y el comercio vulgaridad, y lo efímero no es literatura. Es la falta de calidad lo que anula y contradice las oportunidades.

Consentir, disponer, establecer, todo eso es otorgar. Atardecer. Tengo que demostrar que la raíz cuadrada de un poeta es igual a pi elevado a menos cuarto. Debes hacer lo mismo. Acabarás perdido, rendido, olvidado. La expresión es vendido. Sin simetría.

Pérez Reverte sigue moviendo las patas. Intento darle la vuelta a ver si se recupera. Un rabilargo grande baja volando y se lo lleva. Otorgará manjares al capitán de turno.