Uno en esta vida acaba solo, un puñado de amigos verdaderos que se
cuentan con los dedos de una mano, un montón de conocidos que lloran o sonríen al
sol que más calienta, y otros tantos efímeros que desaparecen cuando solicitas
la veracidad o el amor.
Aleja de tu vida aquello que te aparte de la paz, del centro
indudable. Todo lo que perturbe la armonía y el silencio deberá rechazarse.
En las últimas semanas, recostado sobre las sombras de las encinas
(era incapaz de subirme a ellas), he descubierto que en la vida sobran los
acontecimientos.
La ausencia de lirismo se conjuga con esa falsa marcha que recrea el
misterio, pero que nunca consigue acercarse al misticismo.
Ha dejado de llover. Los pájaros vuelven intermitentemente aunque los
rabilargos nunca se marcharon. Me siento con Saúl en el porche a elaborar la
lista de las despedidas. Él reclama que abandone Siltolá, elimina la paz.
Asiento.