Mientras suena Corelli recuerdo las palabras que escuchaba los lunes
de Loreto. Acudía al instituto y ella me esperaba en un viejo banco de madera.
Esa primera hora, incluido un café, nunca se hizo eterna. En clase se sentaba
delante. Olía su cabello y a veces se volvía con una sonrisa que duraba un
instante.
Hablábamos de vida, solo de vida. No existía nada más ajeno a los
momentos.
Subo el volumen del tocadiscos para tener más presente a Corelli. Saúl
me recrimina, está cansado hoy.
Llueve. El ruido insistente del agua en las tejas asusta a los
insectos. Permanezco sentado en el sofá con Alianza
y condena. Es curioso, alianza y condena.