La encina muerta revive con una enredadera. El tronco vuelve a
tornarse verde. Los pájaros acuden a ella para comer insectos y posarse en los
restos de sus ramas. La encina muerta mantiene su fuerza entre otros árboles
que viajan hacia la luz.
Hoy un joven poeta, galardonado recientemente con un importante premio,
indicaba en un correo su decepción por todo lo que rodea a la literatura.
Aquello que envuelve la literatura no es literatura, ni compromiso, ni
verdad. La ausencia de naturalidad aleja al hombre de la palabra. Ocurre igual
con el localismo. El poeta no posee ciudad, ni estancia. La poesía es universal
y debe ser escrita para el mundo.
Lo extraño y verdadero es dejar de ser. Ser y estar es todo aquello
que rodea a la literatura.