Los campos de girasoles son peligrosos. Aunque utilizo botas, las
culebras intentan buscar el rescoldo entre los cordones para hacerse notar. Doy
pasos lentos, toco los pétalos y huelo el campo.
Este año los girasoles están tristes, a pesar del riego y del sol no
miran como otros años. Están cansados, como los españoles. La miseria también
abunda en los campos de girasoles.
Suelo abrir los brazos entre sus enormes flores. Me adentro en su centro
que es el único camino hacia la virtud. La justicia no condiciona la vida, lo hace
la existencia. Nacer y morir, al fin y al cabo, son cuestiones que los
girasoles entienden muy bien.
Abunda el ruido en los campos de girasoles. No sabes si provienen de
arriba o de abajo. Hoy recuerdo a Kundera y a la felicidad. ¡Quién sea feliz
que lance una piedra! Pero ningún girasol arroja nada. Todos guardan silencio
entre el ruido.