ORDENO las cartas de Ljubljana. Son inmensas. Están cargadas de
desesperación. La voluntad del hombre supera todo cuanto manifiesta.
Sobre la mesa de cristal he dejado los nuevos ceniceros. Son de madera.
Uno azul y otro verde. Cuando apago el cigarro en ellos se eleva el sabor de la
simple verdad. Ya no hay conocimiento, ni centro. Me aparto de aquello que
rodea al círculo. Busco los pronombres, abandono los verbos.
La poesía está cargada de gremios. En ellos no hay futuro. Ni siquiera
presente. El poeta dejó de ser artesano para convertirse en mercenario de sus
propios versos.
Son casi cuarenta cartas fechadas en un espacio temporal corto. Tres
años. La falta de respuesta motivó el abandono. Es la ley de la meditación. Lo
intentas pero acabas cediendo.
¡Mercenarios! ¡Inútiles mercenarios! Al final no podréis acabar con la
violencia, ni con el infierno, y mucho menos con las cartas de Ljubljana.