viernes, 16 de septiembre de 2011

50 (Cincuenta)



El frío no llega y los animales están llenos de vida. Hace falta agua. La dosis de emoción permanece. Es la naturaleza. La humedad de querer tomarlo todo y acabar con una naranja entre las manos. Si volviera a existir sería más grande, tanto que al intentar recoger lo que queda de ti haría las paces.

Hablamos de poetas. De Manuel Alcántara, de Julio Mariscal. Me sorprende que no digas nada de Novalis, de Pound, de Eliot. Los nombres nuevos para hacer experimentos, los clásicos con cuadros, siempre con cuadros. Y cuadros de colores.

Miraba a tu mujer. Es la edad. Los años no perdonan en mi cuerpo. No dispongo de fotos de Loreto, ni de Sonia. Hay mujeres que no se acaban nunca. Hay episodios que parecen matices.

Un matiz es la esencia de lo que se conoce. Aprendemos tan poco que los matices pasan de largo por mi casa. Hoy han pasado tres.

Pude atrapar a uno pero me miraba con tanto desconsuelo que le dejé marchar. Pretendía ir al cine. Si aparece algún día la figura de Ana por la puerta de casa, prometo despertarme, beber una gran copa y volar por los aires.

Meredith, Melville, Lewis o Barrie. Son mis amigos. La luz de la mesilla refleja un resplandor en vuestras frentes. Todas están brillantes. He encendido una vela. Es naranja y huele a rosas. Mientras se consume el hielo tomo el libro de JRJ de 1917. Se hicieron quinientos ejemplares y todos están firmados por él. Pasta dura, con tela.

¡No dejes ese libro encima de la mesa! Junto a Salinas queda mal, es ordinario. Guarda en la caja marrón a Cernuda. No se deja querer.

He cenado tan mal que tengo frío. Ahora me sobra el agua. Si fuera capaz de hacer lo que has ordenado tendría algo de emoción. Es la ley del respeto.

Nunca todas las cajas resultaron marrones. También hay cajas blancas, y suelen ser más duras.