lunes, 26 de septiembre de 2011

60 (Sesenta)



El hogar del pensionista y del jubilado de Aznalcóllar se llama “Los mejores años”. Está en la calle principal. Me coge de paso al ir al Mulato a comprar la prensa del día. Los mayores en la puerta desde muy temprano desean los buenos días con la felicidad propia de la experiencia. Un cartel reza en la entrada del asilo: “LOS SÁBADOS HAY PAELLA GRATIS”.

Ya de vuelta, y a la altura del kilómetro 22 de la A-477, en el margen izquierdo dirección a Sanlúcar La Mayor, la pequeña parada de autobús rural de carretera tiene hoy una nueva pintada: “MARIBEL TE AMO”.

Los tranquilos toros a esa hora de la mañana intentan descifrar los mensajes, pero no entienden. Nada parece algo.

Lo que es gratis no se vende. El amor no se pinta, se consigue con sinceridad y verdad. Pasa igual en la poesía. Confundimos los términos, pensamos que hemos creado la acción o el efecto, y la verdad es que no entendemos. No sabemos diferenciar un matiz de un desvío. ¡Engañan tanto!

La experiencia nunca consiguió nada. Lo hizo la existencia. Pero nunca hubo poesía de la existencia. Los pobres asignados y experimentales además de algunas críticas positivas de García Martín y de otros reseñistas de suplementos literarios, fueron objeto de un producto barato. Barato y sin existencia. Se pueden mezclar. Todos son iguales. Patéticos de origen. Vehementes inciertos.

Los primeros británicos que visitaron Australia y vieron los canguros, preguntaron a los aborígenes qué animal era ese. Los nativos, sin cortase respondieron: “Kangaroo”. Pero lo que desconocían los británicos era la lengua de los aborígenes. En su idioma eso quería decir: “No le entiendo señor”. Así llamamos de una forma a un animal sin comprender.

Escribir poesía es lanzar la moneda al aire. Caer de cara o de cruz no sirve. Son desvíos. Caer de canto es hallar el matiz, la esencia. Entender, alcanzar, sentir. ¿Ves como lo fácil reporta la nada?

La superficie donde cae la moneda debe ser rígida, es más fácil permanecer de canto en una extensión severa. En cambio lo fácil es blando, impaciente. Nada permanece erguido en ella.

La dureza, la rigidez, lo severo, es nuestra cultura, nuestras lecturas. Cuanto más leemos más probabilidades tendremos que una moneda, una simple moneda que no se regala ni se quiere, pero que se entiende, caiga de canto. Tendrás el primer matiz.