domingo, 18 de septiembre de 2011

52 (Cincuenta y dos)



Soy un idiota. Tengo claro que a este lado de la vida no hay nada. Abel no sale de la piscina y su piel se está arrugando como la de una castaña. Cada vez que me adentro en el recinto riñe mis ediciones. Una tras otra. Siempre es lo mismo. Menos mal que le ha gustado el próximo libro de Laura Campmany, un poemario redondo. Los cuadros de colores dan la talla. Hay que evitar la disposición en escalera que parece ordinario.

La diferencia que existe entre el amigo y el enemigo se limita tan solo al término. Son todos iguales. Me gustaría escribirte una nota explicando todas estas cosas, pero soy incapaz. Con Abel en el agua y el cigarro en la mano, me resulta imposible dejar de ser un idiota.

El amor y el cariño mantienen sus configuraciones. Mientes. Siempre lo has hecho. Aquí ya no hay nada. Con esa carita de romper un plato vas a hacer que te odie. Me cantas lo que tiene querencia y toco la guitarra. La Custom está desafinada. Tendré que darle un baño de azúcar.

Tus primeras canciones en México resultaron preciosas. Lo apacible es refrescante como el whisky en la escalera de la piscina. Es tarde. Debes marcharte. Ya está bien de reproches. Te hablo de la sorpresa de Marta y dices bien, nada más que bien.

El firmamento es un destello inmenso que se abre a los ojos, como los cuadros de colores. Quieres saberlo todo y nada es permanente. Ana ha escrito, al igual que Pablo, o Javier. Ya han respondido varios, hasta José Luis. El proyecto es un hecho, y solo caben quince, más o menos.

En tu boca encuentro esa foto de Manu en La Caleta sentado sobre la barca del Club Caleta. ¡Qué maravilla! Eran otros tiempos, más poéticos y menos sentimentales. De cuna y sepultura, como en las grandes series. Y por encima de todos los deseos está tu boca. Tu sentido del acto. Incandescente es el amor al enemigo. Siempre al amigo.

Dice dios que me olvide. Bajo el árbol de casa no calla su boca. ¿Injusticias? Las mínimas. Vamos para Moguer, para Zaragoza, Tomares y Madrid. Estos próximos meses serán movidos en auténtico desconcierto.

Antes de ti, Lucifer, yo no era nada. Un ángel negro repartiendo flores a los necios. Pero recuerda, no se le ha pegado nada a nadie.