sábado, 28 de mayo de 2011

Dos



Es la palabra justa la que conduce al poeta por el camino de la esencia. Desde el centro del parque aprendemos a respirar. Un pájaro sonríe cuando no sabes dónde mirar y, acaso, si agachas la cabeza todo es mediterráneo. En un banco de piedra, las sombras de los árboles hablan siempre bajito. Te susurran palabras que debes construir, se tienen que ordenar. Primero la semántica, después los signos y todas sus combinaciones.

En el centro del parque debes buscar un ritmo. Una fórmula mágica que agregue al ritmo el tono. La llaman armonía. Dicen que es un tratado. Me gusta que la noche interrumpa en silencio. Las sombras se confunden con el sentido extraño. Sentido inesperado que nos va suicidando.

He paseado por Sevilla con Antón Castro. Un tipo singular y excelente persona. Un autor magistral, humilde y muy sincero. Le he contado algunas de mis cosas. De esas que nunca cuento por miedo a las manías.

Este cansancio es un estado civil como la soltería, el matrimonio o la viudez. Lo llevo ya conmigo. He perdido el anillo. El aro de metal, la joya de la vida. Lo he perdido en el parque. En el centro del parque. Y no lo encuentra nadie.

Tengo a todos los pájaros buscándome el adorno. Algunos ya de vuelta me dicen que se marchan. Junto a la fuente mágica, la que chorrea palabras, una estrella refleja lo justo y necesario. No aparece el anillo. Debo vivir sin él. He lavado mis manos. He sacudido el agua en las plumas de aves que nunca me abandonan.

Vuelvo al banco de piedra. Allí descansa el aire. He visto primero como ha pasado el tiempo, pero me acerco lento. Después he mirado tu boca. Estaba abierta. Esperaba ese beso que nunca nos hemos dado. Era un beso celeste como la formación de sílabas. Descubro en tus labios la maravilla y un puñado de esencia. La que uno necesita para escribir un verso.

Amanece en el parque. Libre de la tormenta que dijo Garcilaso. Libre de todo rostro que recuerde un poema. En el centro del parque estos rayos de luz hacen nacer las sombras. Los árboles sonríen. Los pájaros prosiguen y buscan un anillo que me devuelva el tono. Y un cansancio se lleva la palma de todas las alhajas.