miércoles, 25 de mayo de 2011

Sesenta



He paseado desde la esperanza hasta el convencimiento. Tuve que tomar un atajo, el de la angustia. Pero he llegado. Por fin estoy aquí. Tomo aire, enciendo un cigarrillo y saludo al señor de la corbata roja que me ha mirado de forma acomplejada. Era pequeño. No medía más de uno sesenta. Ha pasado justo cuando tomaba el aire y llenaba los pulmones con un poco de ira. Estaba de puntillas, claro está.

La plaza de la vanidad está llenita de poetas. De todas las edades. De todos los colores. Los hay con experiencia, otros son diferentes, incluso alguno se atreve a proclamar lo sentimental. Si sigues el camino y tomas la primera de la izquierda, llegarás al pasaje de la melancolía. Es oscuro, muy triste, apenas llega el sol. Los que habitan allí suelen ser ásperos, con cara estreñida. Un amigo alquiló su residencia y estuvo poco tiempo.

Ya descansado prosigo mi ruta. Espera un gran destino. Una nueva ciudad, un municipio, la casa del silencio y del misterio.