Robert Musil: Sobre la
estupidez
Con una reserva perfectamente
comprensible y trivial, esa presunción puede llamarse también vanidad, y en
verdad el alma de muchos pueblos y estados aparece dominada por sentimientos
entre los que la vanidad ocupa de forma innegable un puesto preeminente; y, por
otra parte, entre la vanidad y la estupidez siempre ha habido una relación, que
quizá pueda proporcionarnos una indicación útil. Un hombre aparece como
vanidoso por el hecho de que le falta la inteligencia de ocultarlo; pero en
realidad no hay ni siquiera necesidad de ello, porque el parentesco entre
estupidez y vanidad es directo. Un hombre vanidoso produce la impresión de
hacer menos de lo que sería capaz de hacer; es como una máquina que pierde
vapor. El viejo dicho «estupidez y orgullo crecen bajo el mismo árbol»
significa precisamente esto, como también la expresión de que la vanidad es
«ciega». Lo que relacionamos con el concepto de vanidad es el esperar una
prestación insuficiente, ya que la palabra «vano» quiere decir en su
significado primero casi lo mismo que «inútil». Y esa reducción de la
prestación se la espera incluso donde se da en realidad: no por casualidad van
unidos entre sí la vanidad y el talento, pero entonces recibimos la impresión
de que se habría podido hacer todavía más, si el vanidoso no obstaculizase su
propia actividad. Esa tenaz idea de una prestación reducida resulta ser también
la idea más general que tenemos de la estupidez.