Hermann Broch: Los inocentes
Las obras de arte —no todas, sino
sólo las que se aproximan a la totalidad, sin que por ello tengan que ser un Fausto—
poseen la fuerza de este impulso, a veces por la plenitud de su aliento, otras
por un simple suspiro y otras, si así lo quiere la suerte, por un mero gesto,
una leve seña al gato Arouette.