Uno debe caminar por la vida con paso libre, ajeno a la nostalgia y a
los sentimientos. Un inmenso puñado de personas se presenta delante de tu
cuerpo con el único fin del interés. Galantean y dan vueltas mientras puedas
otorgarles bendiciones. Si te vuelves agnóstico en su fe comienzan a evitarte.
Nunca fueron amigos verdaderos. Pero debes seguir tu camino, ser fiel al
principio de la reencarnación.
Aquellos que hablan de calidad no la poseen, los que han descubierto
que no son, y por tanto nunca serán, llenan sus miserias de actividades. Los
que un día criticaron a alguien a escondidas, si pueden sacar tajada, lo alaban
falsamente.
El mundo literario es tan falso como el Me gusta en Facebook. Antes de haber apretado la tecla de la
publicación salen solos. Pero fíjese, aparecen mientras hay interés, y la
cantidad de ellos es proporcional a la propia justificación del provecho.
Apenas dos o tres personas se cruzan en tu vida que son ajenas a esta
conveniencia. Aparecen un día y nunca se marchan. Son como los cuadros,
permanecen en la pared eternamente. De vez en cuando hay que ponerlos derechos
y quitarles el polvo. Pero esto se hace con agrado.
A punto de cumplir cincuenta años uno ve la indolencia y la decencia,
hasta reconozco a los siniestros mirándoles los ojos, desprenden la ausencia de
dulzura, energías negativas que ellos mismos reciben y acaban convertidos en no seres humanos.
Silencio y soledad, acariciar las encinas y observar a las nubes y a
los pájaros. Todo tiene un fundamento en nuestras vidas, hasta el propio caos
originario.