Cada día que pasa me interesa mucho más la poesía no oficial, aquella que es ajena a los críticos y a los
vicios de la mentira absurda, la poesía verdadera, la que sale de dentro y no
la que imita al maestro por complacer a los carajotes.
Descubro en la verdad la bondad y el bien, la justificación, el no
éxito vago, el estar por estar que dirían los filósofos. La mentira en la boca
de la vieja alcahueta.
Panda de ignorantes que descubren su fracaso en las obras de otros,
que defienden mentiras en los versos ajenos para justificarse. Odio el verso
simple, el manipulado, el que escriben los sabios que mueren con olor a
alcanfor y naftalina. El poema ejercicio, el que no entiende ni dios cuando toma el cubata.
La poesía es claridad, es simpleza. Es la palabra justa en el momento
exacto. Es premeditación.
Odio a dios y a todos sus
seguidores. Los que ponen me gusta
antes que se publique, los falsos. Los insignificantes que loan al
poeta que ha dejado de ser pero nunca será. Los que dudan. Los que tiemblan.
Los que mencionan citas ajenas y pronombres. Aquellos
que escriben versos que sus madres adoran.
Me gusta la poesía no oficial. La verdadera. Y un libro con más de
treinta poemas es complejo. Y un poema con más de diez versos es diversidad.
¡Señores, hay que simplificar! Que también nos cansamos los que
tenemos sueño.