Observo como se mueve la llama de una vela en un vaso de cristal.
Dentro del recipiente existe la inseguridad y la llama otorga un recorrido que
nunca es el mismo. Cambio la vela de lugar pero sigue agitándose. Intenta
desligarse, separarse de la cera, nunca lo consigue.
Mi madre era especial. Poseía un velo transparente que protegía a
todos sus seres queridos. Amaba a los animales, le encantaba volar pero odiaba
los viajes en barco. Cuando falleció el velo se marchó con ella.
Mi madre era especial. Ofrecía rituales a clientes fieles a los que
consideraba amigos. Toda la magia le vino de la mano de su abuela Carmen.
Su lema era desligarse, vivía separada del mundo. Como Sócrates nos
dejó para vivir ella se marchó a descubrir el futuro que le esperaba.
Sigo contemplado la llama de la vela. Como una fuerza anímica y brutal
ya se eleva por encima del cristal del vaso.
Apago la vela. Todo mortal posee los rasgos de inmortalidad. Huele a
cera quemada. Se marcha el cuerpo pero queda el alma. No desconfiemos de la
razón, sigue oliendo a vela apagada.