Y OCURRE que el deseo no
posee la costumbre de sostener, ni es naturaleza, habita en la evidencia. Todo
aquello que contemple el hombre bueno y sabio es una posibilidad de elegir,
como una afirmación sin plenitud.
Así pasan los días en el centro,
sucumbiendo ante el dolor y soportando con entereza a los poetas que dicen ser
poetas y son no poetas. Cansado del
engaño, incluso de aquellos que admiras pero que también son mentira, disfruto
de la postura de la naturaleza y su conservación intuitiva. ¡Qué sabio es
Sócrates! Acude con una bellota en el pico cada hora, en ese justo instante. Ya
ha hecho un montón que comienza a ser la amenaza.
Mis hijos leen sin lectura,
los hombres aman sin amor, los poetas se engalanan y se angustian sin poesía.
He dado el último sorbo a Valle-Inclán. El cuerpo es flaqueza, repleto de
enfermedades no consigue satisfacer ni a las introducciones aristotélicas.
Frente a la casa que habita en la derecha, al lado del pilón, observo la
compostura, el desdén, los tratados interrogativos de Sócrates, de Platón o de
Parra. Todo es mentira, repito a la
perfección moral. Y el placer es aflicción, y la virtud engaño.
¡Cómo odio lo diáfano y lo
epicúreo! ¡Cómo odio a los no poetas!
Aquellos que se forjaron el nombre promocionando premios, yemas de san Leandro
y algún duque consorte. La felicidad nunca será proporcional a la grandeza, en
todo caso, a la simpleza.
Hay un cuerpo sin alma que
me visita en el centro, es una sombra azul, un ángel negro. Dice llamarse
Pablo. Le grito con doctrina. No hay ausencia de dolor. Los no poetas son bestias.