DEBO reconocer que la
diferencia que existe entre la auténtica literatura y la arutaretil es comparable a la distancia que recorro desde la encina de las hojas
puntiagudas y el acebuche donde habitaba la comadreja. Suelo salir al amanecer
desde la encina, recojo las bellotas que caen junto al romero y cuento los
pasos. Cuando cae la tarde llego al acebuche y me siento en el columpio de
madera. Acabo cansado y con dolor en las piernas.
Cincuenta y cinco pasos. Toda una vida. El cuaderno blanco es de un
tamaño reducido y cabe bien el bolsillo izquierdo de la chaqueta negra. Lo saco
muchas veces para anotar los tonos que observo en el camino y los sonidos de
diferentes animales que saludan durante el trayecto. A veces, cuando quiero
morir, el silencio se convierte en agonía y entonces, escribo impresiones
románticas.
Siguen dando la lata los no
poetas. Todavía no han comprendido que la no poesía ya no me interesa. Defiendo entre escalofríos la
república independiente de la Viña y he perdido el miedo a la muerte. Lo que
hacen los demás ha comenzado a importarme un pimiento verde largo y grueso.
Soy incapaz de escribir un verso. Acaso uno puede culminarse en varios
meses, el resto de las estaciones del año las dedico a corregirlo. Y no acabo
satisfecho.
Sonrío cuando alguien me envía un poemario. Nunca digo que la suerte
es ajena y la visión es propia.
Aunque hay personas que no se acaban nunca, como Juan Ramón con su
escritura mágica. Claro que el poeta de Moguer poseía un uso poco común de intelijencia, mucho mayor que aquellos
que ahora figuran en antolojías.
Para escribir poesía, pero la de verdad no la que escribe ahora, hay
que dejar de ser para siempre, por siempre jamás. Sonrío. ¡Qué cojones tienes Menéndez! Dice el ángel negro que vuelve a
llamar a la puerta para venderme libros.
Dejar de ser, silencio y soledad. Desaparecer eternamente. La próxima
vez que alguien me escriba le dedicaré un soneto, o mejor una octava real.
Doy vueltas sobre mi propio
yo, hay lógica en el hecho. ¿Entienden? Si lo consiguen habrán llegado lejos,
si en cambio no comprenden les invito a una ración de pimientos fritos, de los
largos y gruesos.