jueves, 28 de febrero de 2013

La suerte ajena




DEBO reconocer que la diferencia que existe entre la auténtica literatura y la arutaretil es comparable a la distancia que recorro desde la encina de las hojas puntiagudas y el acebuche donde habitaba la comadreja. Suelo salir al amanecer desde la encina, recojo las bellotas que caen junto al romero y cuento los pasos. Cuando cae la tarde llego al acebuche y me siento en el columpio de madera. Acabo cansado y con dolor en las piernas.

Cincuenta y cinco pasos. Toda una vida. El cuaderno blanco es de un tamaño reducido y cabe bien el bolsillo izquierdo de la chaqueta negra. Lo saco muchas veces para anotar los tonos que observo en el camino y los sonidos de diferentes animales que saludan durante el trayecto. A veces, cuando quiero morir, el silencio se convierte en agonía y entonces, escribo impresiones románticas.

Siguen dando la lata los no poetas. Todavía no han comprendido que la no poesía ya no me interesa. Defiendo entre escalofríos la república independiente de la Viña y he perdido el miedo a la muerte. Lo que hacen los demás ha comenzado a importarme un pimiento verde largo y grueso.

Soy incapaz de escribir un verso. Acaso uno puede culminarse en varios meses, el resto de las estaciones del año las dedico a corregirlo. Y no acabo satisfecho.

Sonrío cuando alguien me envía un poemario. Nunca digo que la suerte es ajena y la visión es propia.

Aunque hay personas que no se acaban nunca, como Juan Ramón con su escritura mágica. Claro que el poeta de Moguer poseía un uso poco común de intelijencia, mucho mayor que aquellos que ahora figuran en antolojías.

Para escribir poesía, pero la de verdad no la que escribe ahora, hay que dejar de ser para siempre, por siempre jamás. Sonrío. ¡Qué cojones tienes Menéndez! Dice el ángel negro que vuelve a llamar a la puerta para venderme libros.

Dejar de ser, silencio y soledad. Desaparecer eternamente. La próxima vez que alguien me escriba le dedicaré un soneto, o mejor una octava real.

Doy vueltas sobre mi propio yo, hay lógica en el hecho. ¿Entienden? Si lo consiguen habrán llegado lejos, si en cambio no comprenden les invito a una ración de pimientos fritos, de los largos y gruesos.